La máquina no se detiene
Los aromas a garnachas. La música de banda. El tianguis repleto. La vida que sigue. Ahí en el fondo, junto al puesto de discos piratas, venden unas mascarillas bonitas y baratas. Pregunte sin compromiso. Está la de Avengers para el niño. Arriba de esa, la de Paw Patrol. A usted tal vez le interese una del América. ¿No? ¿Qué tal la del Cruz Azul? Llévese la que quiera, pero llévese una.
No vaya a hacerla de malas. Otro obrero muerto. Giovanni López, un albañil de 30 años de edad, fue detenido el 4 de Mayo del presente año por diez elementos de la policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco. De acuerdo a testigos, la detención se llevó a cabo por un incumplimiento del uso obligatorio de cubre bocas, lo cual contradice el reporte inicial de la policía. Un video captado por el hermano de Giovanni muestra el momento en que policías suben al joven obrero a una patrulla.
Odio enmascarado
Al día siguiente de su arresto, Giovanni López moriría en un hospital de la ciudad de Guadalajara a causa de los golpes perpetrados por la policía. A más de cuatro meses su muerte, pareciera que nos hemos olvidado de la (in) justicia. El odio hacia los que no llevan cubre bocas se ha vuelto bandera del liberalismo en México como en Estados Unidos. Se les odia como se odia a los migrantes por quitar los trabajos o como se odia a los pobres por “sobre poblar” el planeta. De esos odios que rascan superficies pero no hacen agujeros. Esos odios que no encuentran los fondos donde se esconden las verdades. Rabietas descaminadas que encaminan al fascismo.
Que no se me malinterprete. Si los cubre bocas pueden salvar una sola vida, los apoyo. Pero le invito a ver más allá del teatro de seguridad que ha montado el Estado y preguntarse ¿cuál es la responsabilidad de los gobiernos en este contrato—unilateral—social? Ciertamente, hay reaccionarios que viven en la negación sobre el virus e insisten en salir a las calles sin cubre bocas como forma de desafiar a un establecimiento científico que ellos consideran turbio.
Vale la pena aclarar que yo, por más que esté en desacuerdo con ellos, también me considero hasta cierto grado escéptico. Pero si se tratara meramente de conservadores que deciden poner en riesgo la salud de otros por una soberbia emanada de la ignorancia y el dogmatismo, otra cosa sería. Sin embargo, también hay quienes viven en la negación del aspecto más triste de nuestra realidad actual: que las respuestas gubernamentales ante la pandemia, en distintos niveles, en distintos países, fueron diseñadas para que sean los pobres quienes paguen y sean también los pobres quienes mueran.
La clase sacrificable
Y que la mayoría de esas personas no usando mascarillas no son ideólogos ni sicópatas, sino la clase trabajadora a la que no se le permitió quedarse en casa y que es constantemente bombardeada por informaciones contradictorias y desinformación sobre el virus, como sobre todas las cosas. Quejarnos de los que tienen que salir a las calles a buscarse la vida en tiempos de la pandemia y a pesar del virus; de quienes trabajan allá afuera para brindarnos la comodidad de no tener que hacerlo nosotros, es una burla.
Es importante recordar que en industrias como la construcción, la hostelería, el comercio (formal o informal), etc., los trabajadores no tuvieron la elección de trabajar desde casa. Las opciones eran trabajar o quedarse sin trabajo. Seguir produciendo o perecer. En esos trabajos que no pueden darse el lujo de considerarse profesiones y que existen en un contexto de precarización y una creciente desigualdad socioeconómica, la opción siempre es trabajar o trabajar, y la salud siempre es secundaria.
Es una injusticia criminalizar a la clase obrera por no acatar normativas que sirven más para el control social que para proteger la salud pública, especialmente cuando las cosas que sí hubieran servido para proteger la salud pública fueron ignoradas por intereses políticos-económicos. Y es, nuevamente, desviar la culpa.
Detengámonos. Regresemos a hace ocho meses. El primer paso importante de la estrategia para enfrentar la pandemia fue diseñar el rumbo de la pandemia en sí. La elección fue entre detenerla de manera tajante o proteger el capital. Los gobiernos eligieron proteger el capital y el capitalismo en sí por encima de la vida. Decisión que toman, en menor o mayor escala, una y otra vez.
Los gobernantes se rehusaron a generar pérdidas para las aerolíneas y detener los viajes de placer de los ricos cuando era el tiempo oportuno, no por una miopía que les impidiera ver que esto sería mucho más costoso a la larga, sino a sabiendas de que ellos podrían proteger sus bolsillos y que la crisis la pagaría, como siempre, la clase trabajadora. El siguiente paso fue denominar esencial—por no decir sacrificable—a esa clase trabajadora, como anuncio de que los obreros no podrían abandonar las calles para refugiarse de la plaga en sus casas, pues el mundo los necesita demasiado, aunque quizás no lo suficiente para incrementar sus salarios al menos para mantenerse a flote con la inflación.
En Estados Unidos se les dio un mísero bono de 1,200 dólares, lo cual en algunos estados alcanza quizás para un mes de renta, asumiendo que comer es una trivialidad. En México ni las gracias les dieron. En el modelo económico en el que vivimos que erosiona cada vez más la seguridad social, existen innumerables personas que viven día a día, planeando sus finanzas por quincenas y esperando algún milagro para su jubilación. Así que, si un punto vale la pena recalcar es que el #QuédateEnCasa nunca fue una opción real para la mayoría en el contexto capitalista.
Smalls versus Bezos
En Abril, semanas antes del asesinato de Giovanni López, en la ciudad de Nueva York, Amazon despidió a Christian Smalls, un trabajador de la bodega de Staten Island que ayudó a organizar una huelga para exigir equipo de protección individual, así como medidas de higiene y mejores condiciones laborales en general para afrontar la pandemia. Un claro ejemplo de personas precarizadas tomándose enserio la crisis de salud pública por la que atravesamos, y de los poderosos obligándolos a desatender las recomendaciones del sistema de salud bajo amenaza de despido.
Una minuta filtrada de una junta ejecutiva de la empresa reveló que Amazon decidió ir tras Smalls como estrategia de publicidad para desviar la atención de la lucha de los empleados por sindicalizarse. David Zaplosky, abogado de la compañía, argumento que Smalls no era inteligente ni elocuente, por lo cual haría un perfecto chivo expiatorio. Está por demás mencionar que Christian Smalls, aparte de ser un hombre de clase trabajadora, es un hombre Afroamericano, delatando además las implicaciones racistas en el actuar de la empresa.
Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon, no fue sancionado por las condiciones deplorables de salubridad en las que se ven forzados a laborar los trabajadores de la empresa, especialmente los de sus bodegas. Al contrario, el pasado 26 de agosto el empresario se convirtió en el primer hombre en alcanzar una fortuna que sobrepasa los 200 mil millones de dólares.
Indudablemente, la justicia a la que se enfrentó el joven Giovanni no es la misma que la que conoce Jeff Bezos. Las reglas de la pandemia no son las mismas para pobres y ricos. Bezos y Amazon no son un caso aislado. De acuerdo a un estudio titulado Power, profits and the pandemic, se espera que 32 de las empresas más grandes del mundo cierren este año con ganancias conjuntas de 109 mil millones de dólares por encima de lo producido en un año promedio.
La crisis ya la están pagando
Una excesiva fortuna generada sobre las espaldas de aquellos que no pudieron quedarse en casa y que siguen siendo castigados por no quedarse en casa, tanto por la autoridad como por la moral de la sociedad bien acomodada. Mientras tanto, la crisis económica que se asoma por el horizonte de la pandemia amenaza con dejar a miles de millones en la extrema pobreza y muchos ya comienzan a sentir sus desgarradores efectos. La crisis ya la están pagando los pobres.
Quizás para algunos hablar del contexto Mexicano y el Estadounidense en conjunto sea mezclar temas que no embonan, pero para nosotros los migrantes, los doble migrantes—returnees y deportees—es la forma de ver un mundo que nos sigue atravesando con sus fronteras. Y para una lucha internacional no pueden existir esas separaciones pues el mismo sistema que mató a Giovanni es el que enriquece a Bezos muy por encima de sus necesidades.
Una pandemia global no es sino otro recordatorio de que nadie existe aparte de los demás. Nadie vive demasiado lejos de los otros y esos otros son también nosotros. Por ello, una pandemia es también un buen momento para recordar la empatía y un mejor momento para no olvidar la justicia. Y, desafortunadamente, una pandemia también es un trágico recordatorio de que la máquina no se detiene y la clase obrera es el combustible.
Fernando Chávez es un returnee que actualmente reside en su natal San Miguel de Allende, México. Músico, escritor y poeta formado afuera de las universidades. Interesado en temas sociales y culturales. Narrando historias en los márgenes. Siempre más práctico que teórico.