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Encapsulamiento: origen de la violencia del 8M en México

Tres días previos al 8M, el viernes cinco de marzo del 2021, los monumentos más representativos de México amanecieron amurallados por vallas de acero de tres metros de alto: el Monumento a la Revolución, el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes, junto con el Palacio Nacional, residencia oficial del actual presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Instituciones y residencias privadas siguieron el ejemplo gubernamental en los siguientes días: la residencia privada de Andrés Roemer en la colonia Roma, escritor y ex-embajador de buena voluntad de la UNESCO quien presenta 61 denuncias por acoso y abuso sexual, así como el hotel Hilton y banco Banorte en la Avenida Juárez, tapizaron la ciudad de acero y madera.

Los responsables del amurallamiento (tanto públicos como privados) consideran la marcha feminista una violencia inminente de la cual hay que defenderse. Así lo dijo AMLO en una de sus (in)famosas mañaneras: “Se molestan porque se puso una valla para evitar la violencia. No queremos que nadie se lastime.” De acuerdo a estos términos, la violencia es algo que nace en la marcha y que, con la ayuda de muros, escudos y granaderos, se puede evitar.

Foto por Susana Fuentes

Repito: para evitar la violencia — como si la marcha fuera la causa y no la respuesta; como si diariamente 11 mujeres no aparecieran mutiladas y sin vida en las calles, en el monte, en lotes clandestinos. Caemos por un momento en la dialéctica del engaño y olvidamos que el origen de la violencia no es la manifestación feminista sino el machismo que la aflige.

Recordamos: de enero a noviembre del 2020, la cultura machista y el gobierno patriarcal asesinaron a 3,455 mujeres en México. A sólo un mes de ser implementadas las medidas de distanciamiento social durante la pandemia, las llamadas de emergencia por violencia de género se dispararon un 80%. Al día de hoy, no hay entidad federativa en toda la República Mexicana que no haya presentado denuncias de feminicidio. Pero de acuerdo al presidente de México, no queremos que nadie se lastime.

La dialéctica de encapsulamiento desplaza el origen de la violencia al marco temporal de la manifestación, absolviendo al gobierno de toda responsabilidad que ejerce su negligencia por combatirlo.

Asimismo, señala como “culpable” a un grupo marginado marchando democráticamente en oposición y defensa contra la violencia que se le inflige diariamente. La violencia es tuya, mujer, por usar mini-falda. La violencia es tuya, mujer, por haber tomado una copa de vino demás. La violencia es tuya, mujer, por haber caminado sola de noche. La violencia es tuya, mujer, por escribir violador en una muralla de acero detrás la cual se esconde tu agresor.

Fotos por Susana Fuentes

Foto por Susana Fuentes

 

Cientos de granaderos equipados con escudos, gas y armas de fuego rodean a cientos de ciudadanxs durante la manifestación. ¿Qué hacen aquí? ¿No había Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de la Ciudad de México, confirmado la disolución del cuerpo de granaderos entre aplausos y ovaciones durante su toma de protesta en diciembre del 2018? “La policía está para cuidar al pueblo y no se requieren cuerpos para reprimirlo,” afirmó.

Seis meses después, en junio del 2019, nacen dos nuevos agrupamientos policiales: elComando de Operaciones Especiales y la Unidad Táctica de Auxilio a la Población (UTAP). Como parte de la UTAP se crean las Ateneas, grupo especializado en “el manejo de concentraciones y movilizaciones sociales, bajo un enfoque de acompañamiento, apoyo y protección de los derechos humanos.

Jesús Orta Martínez, el entonces Secretario de Seguridad Ciudadana de México (SSCCDMX) que al día de hoy presenta dos órdenes de aprensión por parte de INTERPOL, declaró que estos agrupamientos policiales “escudo no van a llevar, simplemente van a tener, por su misión, otro tipo de equipamiento.” Y sin embargo aquí están: con escudos, armas, gases igual que siempre—cambios semánticos que encapsulan mentiras y engañan al pueblo con palabras vacías, acciones camuflageadas por bombas de humo.

Seamos más inteligentes. Los escudos que portaban estas unidades “nogranaderas” no son solo evidencia del engaño gubernamental con el que diariamente vivimos en este país, sino que abren (como una herida) un discurso de violencia ante el 8M, convirtiendo a lxs marginadxs y vulnerables en amenazas para así legitimizar su represión. Un escudo representa una relación de defensa y no de protección, y esta diferencia es de suma importancia.

Proteger, compuesta por el prefijo pro (hacia delante, en favor de) y el latín tegere (cubrir) establece la toma de una decisión proactiva al cuidado y preservación de un grupo o individuo vulnerable y para esto, no se requieren escudos. Defender, por el contrario, compuesta por el prefijo de (separación) y el latin fendere (golpear, agredir) implica un rechazo reactivo ante una situación considerada inminentemente violenta, salvaguardando a quién y qué se escuda o amuralla.

Fotos por Susana Fuentes

La gente corre; se escuchan ruidos, golpes, explosiones. Una nube de gas lacrimógeno inunda mi campo de visión. La silueta de una mujer con su mochila, tenis Converse y pasamontañas negro quiebra la densa neblina tóxica del gas y se aproxima, sola, a la fila interminable de granaderos formada frente a ella. Abre sus brazos y se balancea sobre uno de los escudos con todas sus fuerzas, sus dedos desnudos intentando doblar el escudo que arrogante e intransigentemente se planta frente a ella. Sobre el escudo aparece una pistola de gas lacrimógeno, apuntando directamente a su cabeza. Dispara: un gas verde, amarillo, tóxico nos rodea, robándonos del aire para respirar, disolviendo nuestra concentración. Pero ella se mantiene de pie.

¿Cómo es posible que somxs nosotrxs la amenaza cuando la balanza de poder está tan claramente desequilibrada? ¿Cómo es posible que nuestras latas de aerosol y pistolas de agua con pintura morada son más violentas que los francotiradores que alinean como gárgolas el Palacio Nacional?

No fue necesario más que nuestro llamado—cientos, miles de mujeres marginadas, llevadas al límite de la injusticia, marchando unidas en contra de la desigualdad y la violencia de género que impregna nuestra cultura machista y que diario viola, hiere, mutila y asesina a miles de mujeres en nuestro país—para dar ocasión a escudos, muros, granaderos, gas lacrimógeno, gas pimienta, granadas y francotiradores.

Con amor, nos ignoran. Con cariño, nos mutilan. Fue necesario hablar su propio idioma—el lenguaje patriarcal de la destrucción y la violencia—para obtener siquiera respuesta por parte del gobierno federal. Y aún así, nos acusan de violentas. Mientes que no escuchas cuando lo que se contagia es el problema y no la solución.

Foto por Susana Fuentes

El encapsulamiento físico-lingüístico tiene como propósito contener paradesplazar (y finalmente, disolver) cualquier oposición ante un grupo de poderautoritario. El objetivo es mantener el poder, todo el poder, y para hacerlo, es necesario disolver toda oposición colectiva. Así, primero que nada, se denomina a una entidad“violenta” para poder legítimamente contenerla,reprimirla y hacerla desaparecer. La crítica y teórica estadounidense Judith Butler señala que “calificar una revuelta de violenta puede ser un instrumento dialéctico para su represión” y la marcha del 8M no es la excepción.[1]

AMLO califica a la manifestación del 8M como amenaza a priori a marchar y manifestarse para así legitimizar la presencia de los muros, escudos, gases y granaderos, conteniendo y dispersando el crecimiento del movimiento colectivo feminista. Ante el abuso del poder autoritario del Gobierno de México, las feministas que se oponen se convierten en el enemigo: “si el Estado califica como violenta una revuelta…puede reprimir…justificando el ataque a su propio pueblo.”[2] Aún más: creando disyuntiva y dividiendo al mismo pueblo (de-fenderse) para prevenir una mayor unión en contra del gobierno que lo reprime.

El encapsulamiento es una dialéctica común en los estados autoritarios ante la presencia de una oposición que amenaza con descentralizar su poder. Hitler denominó a los judíos como amenaza antes de segregarlos a los ghettos y poco después enviarlos a los campos de concentración donde encontrarían su muerte.

El aislamiento de japoneses a los campos de concentración en el oeste de Estados Unidos en la década de los 40 bajo Franklin D. Roosevelt y el desplazamiento de los nativos americanos a reservas estratégicamente contenidas por parte de los colonos del siglo XVII son ejemplos similares.

Más recientemente, Trump identificó a los inmigrantes musulmanes como terroristas antes de poder prohibir su entrada al país, y violadores a los inmigrantes mexicanos antes de reanimar la construcción del muro fronterizo y la separación de familias latinas en “jaulas” de detención. Muros, escudos, granaderos: heridas abiertas que separan, contienen, reprimen.

Fotos por Susana Fuentes

Es imprescindible reconocer que la “violencia” a monumentos, muros, y escudos policiacos que se vive en el 8M tiene origen en la herida que pulsa en las mujeres mexicanas diariamente en este país. “Un año de terapia,” escuché decir a varias después de escribir violador con aerosol en alguna de las murallas de acero. Ante la violencia y el dolor, la negligencia es la peor medicina. Identificar la causa, es el primer paso para sanarla.

El machismo, de acuerdo a la escritora chicana Gloria Anzaldúa, es una invención anglo-masculina. Es el resultado de un dominio jerárquico masculino (comúnmente conocido como el patriarcado) donde el anglo, al sentirse insuficiente ante su propio psyche, desplaza y transfiere sus complejos de inferioridad al hombre mexicano, chicano, latino, negro, árabe, asiático.

Al sentirse incompetente, el anglo lo avergüenza, humilla y deshonra para legitimizar su posición como cabeza dirigente. El hombre reprimido, a su vez, utiliza esta misma táctica contra la mujer, convirtiéndola en válvula de escape para la violencia y dolor que lo aflige.[3]

Es así como nace el macho, condicionado por un mecanismo de defensa que le hace creer ingenuamente que nadie lo reprime si el que reprime es él. Es así, también, como nace el patriarcado: una escala de represión jerárquica que posiciona al hombre—que violentamente propaga su propio dolor—a los más vulnerables que lo rodean.

Foto por Susana Fuentes

El machismo es auto-flagelamiento. La violencia de género y el feminicidio son sus manifestaciones. El encapsulamiento es su estrategia. La represión de la mujer es ignorar el lado femenino que te corresponde y que todxs llevamos dentro. Macho: tú eres la mujer que lastimas—su cuerpo mutilado refleja tu espíritu, dividido y quebrantado.

La violencia que infliges brota de la herida que te prohibes sanar y que como cáncer propagas hasta acabarlo con todo (y todxs). El objetivo no es señalar culpables, sino reconocer que todxs somxs partícipes. Y un presidente que se esconde en su palacio tras murallas de acero defiende con violencia una cultura que impune, reprime.


NOTAS

[1] Butler, Judith. Insurrecciones: Museu Nacional D'Art De Catalunya, Del 24 De Febrero Al 21 De Mayo De 2017, by Georges Didi-Huberman, Museu Nacional D'Art De Catalunya, 2017, p. 29.

[2] Ibid.

[3] Anzaldúa, Gloria. Borderlands the New Mestiza = La Frontera. Aunt Lute Books, 2012, pg. 105.

Susana es escritora, educadora, poeta y activista mexicana. Pasa su tiempo entre Monterrey-Ciudad de México, y cree que el arte, el lenguaje y la educación son poderosos agentes del cambio.

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