Una Caravana Zapatista Contra el Despojo del Agua: las luchas de los pueblos unidos contra la guerra del capital
Una caravana indígena, campesina y popular recorre México. En cada etapa, desde la sierra hasta la costa, desde las montañas hasta los suburbios urbanos, le dan la bienvenida comunidades en resistencia quienes con el puño en alto la saludan gritando “el agua no se vende, se ama y se defiende”. En algunos territorios se detienen a hablar con unos pocos campesinos y trabajadoras que luchan contra un basurero contaminante, una granja intensiva o el avance de la agroindustria, en otras comunidades la acogida es ofrecida por cientos de personas organizadas según el principio neozapatista de “mandar obedeciendo”.
La caravana por la defensa del agua y la vida fue lanzada por los autodenominados Pueblos Unidos de la región Cholulteca de los Volcanes, en el estado de Puebla. La iniciativa fue inaugurada el pasado 22 de marzo, en el marco del Día Mundial del Agua, cuando diversas organizaciones indígenas y campesinas se reunieron frente a la sede de la empresa embotelladora Bonafont-Danone, en el municipio de Juan C. Bonilla, y organizaron ceremonias tradicionales, corearon consignas zapatistas y se manifestaron contra el saqueo del agua perpetrado por la empresa francesa.
La caravana nació en el contexto de la Casa de los Pueblos “Atelpelmecalli”, la experiencia de la ocupación de la planta de Bonafont que duró más de 6 meses. Las organizaciones comunitarias locales habían interrumpido la operación de la empresa francesa ya en marzo de 2021 porque, para embotellar y vender agua en el mercado, consumía 641 mil litros al día extrayendo de fuentes de agua locales.
En agosto de 2021 los Pueblos Unidos decidieron ocupar la estructura y desarrollar proyectos educativos, productivos, de salud comunitaria y agricultura, además de permitir que los pozos del pueblo se volvieran a llenar de agua. El pasado 16 de febrero, la policía local y la Guardia Nacional, el cuerpo armado creado por el actual presidente Obrador, allanaron la empresa desalojando a los ocupantes y los proyectos sociales que estaban construyendo.
Las y los ocupantes decidieron seguir luchando y se consolidó la idea de la caravana. Se hizo un llamado nacional e internacional para poder visibilizar los conflictos ambientales en los estados de Tlaxcala, Morelos, Veracruz, Guerrero, Ciudad de México, Querétaro, Estado de México y Oaxaca. Una de las principales disputas es sin duda el Proyecto Integral Morelos (PIM), una central termoeléctrica cuyo gasoducto fue construido por la empresa italiana Bonatti.
El mega-proyecto atraviesa los estados de Puebla, Tlaxacala y Morelos y ha exacerbado un conflicto con comunidades que denuncian la explotación de vías fluviales, el peligro de la cercanía del oleoducto a volcanes activos y la represión que se ha implementado contra activistas que se oponen al megaproyecto. Es emblemático el caso de Samir Flores, militante del Congreso Nacional Indígena, campesino y voz de la radio comunitaria Amiltzinko, quien fue baleado afuera de su casa en 2019, luego de que volviera a criticar públicamente el PIM y los políticos del partido Morena que lo promueven.
Samir Flores y las organizaciones que promovieron a la caravana, además de llevar adelante la tradición de resistencia milenaria de los pueblos originarios, recogen el legado histórico de las luchas campesinas y populares surgidas desde la época de la Revolución Mexicana cuando el Ejército del Sur de Zapata redistribuyó las tierras en esas mismas geografías en las que ahora se resiste contra las empresas extractivas.
Junto a ellos, participan otras organizaciones entre las cuales la comunidad Otomì que ha ocupado la sede del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas en la capital, lospueblos del Istmo de Tehuantepec que luchan contra la construcción del gigantesco corredor interoceánico que cruzará el país de costa a costa, las mujeres mazatecas que exigen la libertad de sus familiares presos políticos, las activistas de Lützerath que luchan en el bosque alemán contra la expansión de la mina de carbón al aire libre más grande de Europa y muchos otros colectivos.
La caravana cuenta con el apoyo del EZLN y el Consejo Nacional Indígena y se refiere a los principios del neozapatismo y a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Muchas de las comunidades en las que se detiene están construyendo procesos de autogobierno y defensa territorial de acuerdo con la inspiración de los caracoles zapatistas que siguen siendo un referente en Chiapas. Desde la región de los volcanes hasta los canales de Xochimilco la caravana es recibida por rituales comunitarios, pintas, marchas, almuerzos colectivos, bailes, pancartas y talleres sobre temas ambientales. En algunos casos, la caravana es recibida también por dispositivos de la policía, sujetos armados y hasta convoyes de grupos criminales locales.
A pesar de las amenazas, la resistencia de la caravana continúa. Israel, un joven militante de los Pueblos Unidos con el rostro cubierto por un paliacate negro, es uno de los coordinadores de la caravana y proviene de una familia campesina originaria del territorio afectado por Bonafont, y precisa: “los Pueblos Unidos de la región Cholulteca de los Volcanes luchamos por el territorio, la autonomía y contra el capitalismo. La idea de la caravana es hacernos conocer otras luchas y reconocernos como pueblos con un enemigo común. El objetivo es fortalecernos para que unidos podamos enfrentar la guerra del capitalismo contra la Madre Tierra y los pueblos originarios”. Para Israel es importante construir alianzas entre luchas y experiencias de resistencia tanto a nivel nacional como internacional para que cada uno pueda “denunciar lo que está sucediendo en su país o región y construir juntos una relación global de defensa del territorio”.
La lucha es internacional porque la crisis del agua es un problema global. Según UNICEF más de dos mil millones de personas no tienen acceso al agua potable, la UNESCO calcula que el 80% de las aguas residuales vuelven a circular sin ser tratadas y un informe de Naciones Unidas estima que más de 4 mil personas viven al menos un mes al año en escasez de agua. La contaminación de las fuentes de agua por parte de las empresas, el consumo desregulado por parte de la agroindustria, la producción de gas y dióxido de carbono que favorece el calentamiento global y por ende la sequía son fenómenos que tienen repercusiones planetarias.
En México, el agua ya se ha convertido en una fuente de conflicto entre pueblos y empresas como Bonafont, Danone, Wallmart, Coca Cola o la cervecera estadounidense Constellation Brands que tuvo que cerrar en Mexicali tras las protestas de la población. Como denuncian los Pueblos Unidos de la caravana “no es sequía es saqueo” perpetrado por empresas y legitimado por el gobierno de turno.
Gianpaolo Contestabile es periodista freelance y mediactivista.