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#RelatosInquilinos: Testimonio de Guadalupe

Los ojos de Guadalupe estaban puestos sobre su taza de café desde hacía rato, pero su mente divagaba por otro lado lejos del humo que salía oloroso. Como cada día, su mayor preocupación se centraba en encontrar un empleo permanente para no andar siempre a la deriva, y preguntándose cómo pagaría su renta. Esa angustia constante resultaba abrumadora y desgastante, y a veces, esa misma ansiedad le llevaba a la depresión, más Guadalupe sabía que no podía darse por vencida ni encerrarse en su casa a padecer su miseria, sus hijos necesitaban comida y un techo.

No era fácil para ella emplearse de tiempo completo y con un trabajo estable, pues ser madre soltera de dos menores de edad no es nada sencillo, y más aún cuando uno de esos hijos necesita cuidados especiales, y ser llevado constantemente a terapia. Desde su divorcio en el 2016 Guadalupe tuvo que vérselas sola para sacar adelante a su familia a cómo diera lugar, y con mucho sacrificio lo estaba logrando. Para ello tuvo que vencer obstáculos y muchos miedos, especialmente pelear contra los traumas físicos y emocionales que dejó la violencia doméstica en ella, y en sus hijos. Baja autoestima, y un sin fin de complejos que le restaban valor como mujer y como ser humano, pues su ex esposo se encargó de menospreciarla todo el tiempo hasta que Guadalupe terminó por creer cada palabra de ese hombre.

Escapar de un abusador

Durante casi veinte años la vida de Guadalupe fue de mucho sufrimiento, recibió golpes y maltrato verbal de parte de su esposo, y sus hijitos fueron testigos de toda esa violencia, y así fueron creciendo, sintiendo terror por su padre. Guadalupe recuerda aquellos días amargos con lágrimas en sus ojos, en aquel entonces era una mujer sumisa y dominada por el terror, y jamás se atrevió a defenderse… temía por su vida y por la de sus pequeños, porque ese hombre violento no se tocaba el corazón para golpearla de manera brutal, ni siquiera frente a sus hijos, ¿qué podía esperar de un hombre de esa calaña?

Fueron muchos los años que vivió aquella pesadilla, esos días y noches infernales cuando al volver a casa su marido, tanto ella como sus hijos temblaban de pánico y deseaban desaparecer, hasta que un día Guadalupe tomó la decisión de dejarlo. Entonces agarró todo su miedo en un puño, levantó la mano y salió dispuesta a denunciarlo… y lo hizo. A partir de ahí su vida cambió, y aunque se vio sola frente al mundo en un país extranjero, supo que había hecho lo correcto. Por fortuna le dieron apoyo emocional y psicológico, y gracias a las estampillas de comida que da el gobierno, ni ella ni sus hijos pasaron hambre. Sin embargo, llegar hasta ese punto fue difícil, porque siempre, para dar el primer paso pueden pasar años. Para quienes estamos fuera de la situación resulta fácil opinar, y decir que la mujer golpeada simplemente puede huir del lugar donde vive la violencia, pero no es así de sencillo, las ataduras psicológicas en una mujer que sufre violencia doméstica son tan fuertes y profundas, que únicamente con ayuda y comprensión, con amor y empatía pueden romperse. 

A sus cuarenta años, Guadalupe Camarillo sabe que todavía tiene un largo camino por delante, pues tiene dos hijos que dependen de ella. Su hijo mayor fue deportado a México en el 2017, cuando tenía veintiún años de edad, desde entonces vive la angustia de tenerlo lejos y solo, en la ciudad fronteriza de Tijuana. Le aterran todas las noticias que escucha sobre esa ciudad y sus peligros, y ruega por que su hijo este bien cada dia. Su hijo allá no tiene familia ni un hogar, y saber que el desamparo de la calle lo abraza cada vez con mayor fuerza, hace que Guadalupe se quiebre más de una vez.

Separación de la familia

Guadalupe está consciente de que no puede hacer mucho por ayudarlo porque aún no puede salir de EEUU, aunque ya están en proceso sus papeles gracias a la denuncia que hizo por sufrir violencia doméstica. Ella entiende que su hijo debe de salir adelante, trabajar y tener responsabilidad, y también acepta que es muy posible que tenga problemas de adicción a alguna droga, y eso quebranta su corazón porque piensa que el haber vivido junto a su ex esposo todos esos años, dańó la mente y los sentimientos de su hijo mayor.

Por mi parte entiendo lo difícil que es esta situación, y lo común que resulta a los demás opinar condenando a Guadalupe, y señalarla como una mala madre, pero hay tantas cosas de por medio, responsabilidades y culpables. No puede únicamente culparse a la persona y a los padres. Es verdad que cada uno debemos tomar la parte que nos toca, pero debemos entender todo el entorno en el que creció este joven. Las limitaciones, las leyes injustas, la violencia en el hogar, la sumisión de su madre por miedo, y por ideas religiosas inculcadas… los traumas, inseguridades y todo lo causado por la vida familiar y social. Claramente no se está negando la responsabilidad del hijo de Guadalupe, para tomar las riendas de su vida. Pero, ¿en dónde están las herramientas que una sociedad debe ofrecer a los niños mientras crecen? Recordemos que el hogar no es una pieza aislada del rompecabezas, porque de manera más grande se extiende el entorno social que forma un círculo a su alrededor. Y dentro de todo este panorama existe lo político, lo económico y lo cultural.

Pero nada de esto quita la impotencia que se conjuga con el dolor y vuelven interminables las noches para Guadalupe, y lo hace también para él, y es que un hijo lo es todo para una madre. Guadalupe sufre porque sabe que su hijo lleva en la mente y en el espíritu cada una de las huellas de la violencia de su padre, contra él y contra su madre. Esas marcas dolorosas que provocan traumas durante toda la vida, y Lupe y sus hijos las llevan en la piel y en la memoria. Ahora, aparte de ese sufrimiento deben enfrentar la separación familiar debido a su estatus migratorio, y a Guadalupe, como a toda madre, se le rompe el corazón cuando su hijo le llama para pedirle dinero para comer. Aunque a veces no tiene, todo el tiempo encuentra la manera de ayudarlo, “¿cómo dejarlo sin comer?”, me dice durante la entrevista. “Es mi hijo y me duele, así que tengo que ayudarlo”.

Estoy segura de que esto también formará polémica entre las personas, pues por un lado están quienes entienden y apoyan su postura, y por el otro, los que piensan que comete un error al darle dinero a su hijo para que compre comida: “Lo usará para drogarse o para comprar alcohol”, dirán.

Guadalupe recuerda con nostalgia su amado estado de Guerrero en donde nació. Tenía 17 años en el 2001 cuando migró a Estados Unidos, pero en realidad no sabe por qué vino a este país. Tenía carencias económicas como muchas otras familias, pero nunca pensó en dejar su tierra natal. Más bien lo hizo siguiendo una orden de su esposo quien para ese entonces ya radicaba en en extranjero, una hermana de él lo mandó traer, y después su marido hizo lo mismo con Guadalupe y su hijo. Ella era demasiado joven, como dice: “yo era casi una niña y no sabía porque tenía que irme”. Sin embargo Guadalupe nunca ha olvidado que su abuelita no quería que se fuera, y le decía: “Piensan que por ir a Estados Unidos, “piensan” que van a barrer los dólares… no te vayas mija, quédate.”

Pero Guadalupe se marchó siguiendo a su esposo, “como era su deber de esposa”.

Cuando llegó el momento de la partida en busca “del sueño americano”, Guadalupe ya no quería irse, pero su hijo ya estaba del otro lado y no quiso dejarlo solo con su padre, de modo que tuvo que seguir sus pasos. Acá su vida no fue mejor que en México, ya que la violencia de su esposo continuó contra ella. Con el paso de los años Guadalupe tuvo dos hijos más, hasta que agarró fuerza para darle un giro a su vida y denunció al maltratador. En ese tiempo sus hijos menores tenían entre seis y tres años de edad, y su hijo mayor, veinte.

Sr. Tony

Al quedar al frente de su familia Guadalupe se vio envuelta en otras batallas. Ella y sus hijos se quedaron en la casa donde ya vivían, tenían casi diez años viviendo ahí y no tenían a donde irse. Entonces el dueño al saber que ahora Guadalupe estaba sin su marido, comenzó a acosarla. Desde antes el hombre pasaba a recoger la renta por las noches, pero el ex esposo de Guadalupe la entregaba, pero ahora era diferente y Lupe debía hacerlo. De manera que el hombre aprovechaba la oscuridad para intimidarla y decirle cosas que anteriormente no decía, la acosaba sexualmente y Guadalupe no sabía qué hacer para quitarselo de encima. Primero le pidió al rentero —dueño de la vivienda—, “Sr. Tony” que pasara por lo del alquiler en horas tempranas del día, pero él respondió que no podía por su horario de trabajo, y siguió yendo entre nueve y diez de la noche. 

Llegaba tocando fuertemente la puerta o las ventanas, y Guadalupe y sus hijos se asustaban, pues les recordaba los momentos en que su padre hacía lo mismo, y luego se ponía violento. Así que cuando el señor Tony llegaba Guadalupe únicamente les decía a sus hijos que apagaran las luces hasta que el dueño se fuera, y allí estaban todos, hechos bolita, asustados.

Un día Guadalupe llamó al dueño para que le arreglara el sink del baño, la casa tenía tantos desperfectos y necesitaba reparaciones, que el Sr. Tony nunca arreglaba. Solamente decía que lo haría, pero el día nomás no llegaba, eso sí, la renta tenía que ser puntual. Entre tantos desperfectos dentro de la vivienda estaba un calentón inservible que se convirtió en un nido de ratones, Guadalupe ya le había dicho al dueño infinidad de veces que se lo cambiara para poder usarlo durante el invierno, cuando las noches se vuelven heladas, pero el calentón seguía allí sin servir, y anidando mas ratas.

Además la casa estaba infestada de cucarachas debido a la humedad y a las tuberías viejas; las luces no servían, y en el sink de la cocina había goteras, las cuales producían moho e impregnación desagradable y dañina para la salud. La pintura de la casa se estaba cayendo, y la puerta y ventanas se veían en mal estado… pero al rentero no le importó en ningún momento mejorar las condiciones de la vivienda que le rentaba a Guadalupe y a sus hijos. Más bien el hombre se dedicó a acosarla obsesionado con ella, y abusando de su vulnerabilidad como mujer divorciada y con hijos pequeños, aparte de amenazarla por ser pobre pues decía que si le contaba a alguien negaría todo y sería su palabra contra la de él. Y a lo que más temía Lupe, era a la amenaza que le hacía por estar sin documentos en el país.

Por eso se quedó callada, porque no tenía a donde ir y sus hijos necesitaban un techo. Muchas veces se preguntó: “¿Qué hago? ¿Me voy? Pero, ¿a dónde?”. Y terminaba con la misma respuesta, debía quedarse porque no tenía a nadie a quien acudir, y por si no fuera suficiente, el miedo la tenía paralizada.

Para ese momento de la entrevista, Guadalupe me mira sin poder hablar y con la mirada llena de lágrimas. La dejo que tome su tiempo hasta que esté lista para seguir…

“La terapeuta me decía que lo denunciara. Los vecinos y la gente me decían lo mismo.”

 Lupe se queda callada unos segundos, luego toma aire y prosigue.

“Y pues como ya había sufrido violencia doméstica con mi esposo y con trabajos había tenido el valor de denunciar a mi esposo, y volver a enfrentar una situación así era difícil para mi.”

Me mira, y yo la miro a los ojos…

“Como te digo, me daba mucho miedo, yo le dije a la terapeuta: Va a ser mi palabra contra la de este señor, porque pues como él tiene dinero, y ya ve, uno no tiene dinero y pos’ ni caso te hacen. Y por eso, como se dice… me puse a hacer las cosas que tenía que hacer porque pues en si, el señor tiene dinero. El me decía, ‘yo tengo dinero’. Y la verdad yo soy muy miedosa, super miedosa y en ese tiempo yo tenía mucho miedo, y yo decía, ‘pues no, no voy a hacer nada.’”

Pasaba el tiempo y las cosas no mejoraron, y el acoso del Sr. Tony hacia Guadalupe también seguía con toda la impunidad de saberse el dueño, y estar frente a una mujer indefensa. Le dejaba comida en la puerta, flores, regalos, y en su cumpleaños le llevó un pastel, y Lupe cuenta que todo lo tiraba a la basura, y evitaba salir cuando el rentero andaba por ahí cortando el pasto. Mas cuando debía hacerlo para ir a recoger a sus hijos a la escuela, o salir a trabajar, el tipo la cortejaba diciéndole que “se veía muy bien con esos pantalones ajustaditos”, que “le gustó desde el primer día que la vio” y que “por eso les rentó la casita”. El sinvergüenza en cuanto la vio sola y a merced de la necesidad, comenzó a asediarla. Para Guadalupe no solo resultaba molesto escucharlo, también le recordaba los abusos de su ex esposo, y eso la deprimía… ella todo el tiempo usaba leggins y shorts y lo veía normal, no era con el propósito de coquetear con el dueño ni con ningún otro hombre, lo hacía sencillamente por comodidad.

Guadalupe sentía miedo de que un día el dueño quisiera hacerle algo, por eso le entregaba el dinero del alquiler sin abrirle toda la puerta, o se lo daba por la ventana, y el tipo le decía: “Sal un ratito para verte”, y Guadalupe respondía: “Es que no tiene nada que verme, usted vino por la renta”.  Y cuando tenía que salir, sacaba a su perro con ella para que la protegiera, y el animal lo hacía. Le ladraba al hombre si se le acercaba a Guadalupe, y un día éste le dijo, enojado…

“¡Mete a tu perro!”.

“¿Por qué lo voy a meter?” Contestó ella con valentía. “Él me cuida, y lo voy a dejar conmigo.”

Cansada del acoso de su rentero Guadalupe buscó ayuda pero no encontraba lo que necesitaba. En una ocasión conoció a la esposa del dueño, “Sra. Irma”, y le hizo saber lo que pasaba, ella le dijo que lo denunciara porque no era la única, pues otras mujeres también se quejaron de acoso. En ese tiempo la pareja se estaba divorciando y Guadalupe se dio cuenta de que la dueña solamente quería utilizarla, porque estaban peleando los bienes y las casitas de renta eran parte de la pelea. Por ese motivo Lupe le contestó en otra ocasión:

“Pues hablé con todas esas mujeres, y si ellas lo denuncian también lo hago yo. Pero no lo haré sola porque su marido tiene dinero para pagar un abogado, y yo no… y lo más seguro es que termine en Tijuana.”

Lupe tenía razón al desconfiar pues poco tiempo pasó, y entonces la dueña la buscó de nuevo para pedirle que ya no lo denunciara, Lupe piensa que posiblemente llegaron a un acuerdo sobre las propiedades. La señora Irma también trató de intimidar a Guadalupe para que no hiciera nada contra su todavía esposo, el Sr. Tony: “Me dijo que va a correr a alguien de aquí…” Le hizo saber una tarde a Guadalupe, para asustarla. “¿Es a mi a quien va a correr? Dígame si soy yo, porque no he hecho nada para que me corra.” Y como Guadalupe se sentía acorralada, siguió callando.

Sindicato de Inquilinos de San Diego

Un día platicando con su hermana, Guadalupe le contó lo que le estaba pasando con los dueños de la vivienda que rentaba, y ella le habló del Sindicato de Inquilinos y de cómo le ayudaron, entonces Lupe contactó a Sandra Galindo, una de las organizadoras del Sindicato De Inquilinos De San Diego/San Diego Tenants Union (SDTU). Le habló sobre la historia de acoso que estaba viviendo con el Sr. Tony, y de las malas condiciones de su vivienda, y de inmediato Sandra puso cartas en el asunto. No solamente le puso un alto al dueño de la casa que Guadalupe rentaba, haciéndole saber que había leyes que la protegían, y que el acoso es un delito. También exigió que se hicieran todos los arreglos necesarios a la vivienda, o serían llevados a corte.

A partir de ahí, el dueño dejó de molestarla y tuvo que arreglar lo que anteriormente Lupe le había pedido. Aunque en un principio la pareja se negó a recibir el dinero que el gobierno destinó para que los dueños de vivienda hicieran arreglos a sus unidades, y para cubrir los meses de alquiler aprobados para los inquilinos. Esta negativa de parte de los dueños provocó sospechas, de que posiblemente no están declarando las propiedades como vivienda de renta, de no ser así, resultaba ilógica su postura.

Cuando Sandra se comunicó con la Sra. Irma la primera vez, esta le hizo saber que Guadalupe sí estaba trabajando, y que se le hacía injusto que no pagara la renta completa. Claramente omitió las malas condiciones de la casa, y el acoso a Guadalupe, de su todavía esposo. Lo mismo hizo con sus propias palabras intimidatorias, buscando provocar más miedo en su inquilina, Guadalupe. Y por razones que están muy a la vista, la Sra. Irma no quiso hablar sobre la crisis de empleo que se generó durante la pandemia, la cual afectó a Guadalupe y a millones de personas más. Porque esta crisis tuvo un efecto dominó, pues terminó afectando gravemente los costos de vivienda que se han ido a las nubes.

Es importante recordar que Guadalupe forma parte de un grupo vulnerable, no solo como mamá soltera y migrante, también porque por mucho tiempo no tuvo los documentos que le otorgaran “la legalidad en el país”, ni un permiso de trabajo que le diera tranquilidad. Tristemente cada día resulta más difícil para las personas sin documentos conseguir un empleo, y eso es una realidad de la que poco se habla. Estas familias generan mucho dinero a la economía, pero sobreviven a duras penas, y con la amenaza constante de terminar viviendo en las calles, porque los dueños de viviendas de renta siguen subiendo los precios como les da la gana. Esto es el capitalismo, crear pobreza en las masas para mantener el privilegio de unos pocos.

Cuando Sr. Tony y Sra. Irma sintieron la presión del Sindicato de Inquilinos de San Diego, la señora Irma habló con Guadalupe, primero para saber qué tanto le había contado a Sandra, y después para pedirle que hablara con los del Sindicato, solicitando que les dieran más tiempo para hacer las reparaciones… “Yo sí quiero hacerlas, pero Mr. Tony no me deja”, se defendió.

“Tienen diez días”. Repitió Sandra, con firmeza y no tuvieron más remedio que invertir en arreglar la casa, y aceptar la ayuda del gobierno.

Para Guadalupe conocer el Sindicato ha sido una bendición, pues dice que de no ser por ellos seguiría sufriendo el acoso y los abusos del dueño, como otras tantas mujeres solas que sufren en silencio.

“Estoy muy agradecida con el Sindicato. Especialmente con Sandra, porque en cuanto supo mi situación rápidamente me ayudó. Es una mujer muy valiente que realmente sí lucha por tus derechos. Como te digo, gracias a ellos pude agarrar el dinero para pagar mi renta atrasada, y respirar con tranquilidad. El Sr. Tony dejó de molestarme, y ya no tengo miedo. Ahora lo que necesito es encontrar trabajo. Como te digo, tengo que encontrar uno donde pueda trabajar en las mañanas, cuando mis hijos estén en la escuela. No tengo quien me los cuide, y pues, como ya te dije, mi hijo ocupa ir a terapia. Ha sido muy duro todo lo que me ha tocado vivir con él, es porque está muy afectado por lo de su papá, y pos’ a veces es muy rebelde y se pone mal. ¿Cómo te explico? Todos estamos muy afectados por la violencia que vivimos, y yo no supe qué hacer en ese momento y mira ahora, estas son las consecuencias. Es que a uno le da miedo hablar, porque yo sabía cómo iba a reaccionar mi esposo. Pero estoy feliz de que busque ayuda y lo denuncié.”

Guadalupe sonríe mientras me mira. Aunque ya no tiene la preocupación del maltrato de su ex esposo, ni del acoso del dueño, y el de la Sra. Irma, todavía se siente estresada, le urge encontrar trabajo. Sabe que la ayuda del sindicato tiene un límite, y que el gobierno ya no está dando fondos para ayudar con la renta. Lupe desea tener un cheque seguro que le proporcione seguridad a ella y a su familia, y solamente un empleo de tiempo completo puede dárselo.

Lamentablemente la historia de Guadalupe es el pan de cada día para muchas mujeres solas, incluso para las familias pobres. Por eso, ser parte de un movimiento que trabaje en colectivo para lograr la justicia social, y económica, es la única salida. Organizarnos, expandir la conciencia del pobre y desarrollar la crítica sobre la realidad, nos darán las herramientas necesarias para poder pelear con conocimiento por la justicia, la equidad y el respeto humano.

Guadalupe Camarillo, 44 años de edad. Estudio hasta 9no grado. Llegó a este país en el 2001 originaria de Cochoapa Guerrero, México. Madre divorciada de tres hijos de 27, 11 y 9 años de edad. Incansable trabajadora y madre amorosa.

Sara García Molina nació en Coyoacán, CDMX, y creció en la fronteriza ciudad de Tijuana. Es escritora autodidacta, y autora de cuatro obras publicadas. En 2001 cursó un Diplomado de Periodismo en La Salle, Tijuana B.C., avalado por el AMPE (Asociación Mexicana de Periodistas y Escritores). También pertenece al NWU (Sindicato Nacional de Escritores de Estados Unidos), a la IFJ (Prensa Internacional)… y al FIF (Freelancer isn't Free). Actualmente radica en San Diego, CA.

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