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El Genocidio Israelí de Palestinos: Hecho en Estados Unidos 

Durante décadas, la lucha por la liberación de la clase obrera Estadounidense se ha visto obstaculizada por la dependencia y el apoyo al Partido Demócrata dentro del sistema capitalista bipartidista. La creencia en la capacidad de convertir lentamente la democracia burguesa en una democracia socialista sigue siendo considerada “realista” por muchos en la izquierda. Desgraciadamente, eso ignora la realidad de que la clase trabajadora no tiene voz dentro del sistema político capitalista ni poder dentro de los partidos capitalistas.

Karl Marx argumentó en el Manifiesto Comunista que el socialismo sólo podía ser alcanzado por la propia clase obrera, a través de su propia autoemancipación. Creía que el Estado existente, que era esencialmente una consecuencia del sistema de clases, funcionaba como el “comité ejecutivo” de la clase capitalista. Este tipo de Estado, por tanto, tenía que ser derrocado para acabar con el capitalismo como sistema de gobierno. No creía que los políticos capitalistas burgueses, cuyos cargos dependían de lo bien que sirvieran a los capitalistas, redactaran leyes que redistribuyen la riqueza de la pequeña minoría a la gran mayoría. De hecho, trabajan en contra de cualquier acción de este tipo y se oponen vehementemente al Socialismo.

La Democracia Capitalista, o “burguesa”, parte del hecho de que la clase capitalista posee y controla los medios de producción, es decir, la tierra, los recursos, las fábricas, las oficinas, las máquinas, las herramientas, las tecnologías, las propiedades intelectuales, etc. Este tipo de propiedad privada se establece para generar beneficios a través de la explotación de las clases trabajadoras, cuyo trabajo mal pagado es la base de la plusvalía o ” exceso de valor “; la que luego es tomada por los propietarios como su ” renta “.

En una “Democracia” en la que la clase capitalista dominante ostenta todo el poder económico formal, controla y administra ambos partidos políticos, posee y maneja los medios de comunicación de masas, no puede haber verdadera participación democrática ni responsabilidad. Al igual que en el lugar de trabajo, los jefes determinan la política de la empresa sin la aportación democrática de sus trabajadores, ya que los intereses de los capitalistas y los trabajadores están fundamentalmente en desacuerdo, ya que el bienestar de los jefes depende directamente de su capacidad para explotar a los trabajadores por el salario más bajo posible. Para vencer la voluntad de los trabajadores de resistirse a la explotación, que suelen ser la inmensa mayoría dentro de los centros de trabajo, aprovechan su poder y su propiedad para dictar los salarios y las condiciones de trabajo.  Esto también se aplica a la política nacional, ya que la clase dominante dicta sus intereses políticos como los de toda la “nación”, aunque estas políticas sólo representen sus intereses como minoría dominante.

Sin embargo, esta forma de “democracia” capitalista crea la ilusión de que los trabajadores pueden elegir a sus representantes. Esta artimaña se produce cuando a la mayoría de los trabajadores se les permite votar en las elecciones locales, estatales y federales, creando la impresión de que están decidiendo quién les gobierna. El proceso de financiación, investigación y preselección que tiene lugar antes del proceso electoral permite a la clase capitalista y a sus auxiliares producir candidatos aceptables mucho antes de que los trabajadores puedan votar a estos candidatos “elegidos”.

Este falso proceso democrático garantiza que la clase de políticos “elegidos” a través de este proceso no son responsables ante el pueblo, sino más bien ante sus financiadores y patrocinadores dentro de las estructuras de poder dominantes a nivel local, estatal y nacional del sistema capitalista. Estos representantes “elegidos” del capital pueden nombrar y dirigir burocracias no elegidas y gobernar en colaboración con otros escalones no democráticos del poder estatal capitalista, como el poder judicial, el ejército y los organismos encargados de hacer cumplir la ley. Los medios de comunicación capitalistas sirven como brazo privado del Estado capitalista, promoviendo los puntos de vista e intereses del capital en cada acontecimiento y situación. En conjunto, estas instituciones sólo sirven y rinden cuentas a la clase dominante. Cuando los intereses de la clase capitalista divergen de los de la mayoría de la población trabajadora, sus representantes políticos, cargos designados y aliados no dudan en moverse como un singular partido para servir a sus amos, independientemente de lo que el resto de la población pueda querer, pensar o sentir.

Esto puede explicar por qué, en este mismo momento, millones de personas de todo el país están conmocionadas e indignadas porque el gobierno Estadounidense ha financiado el proceso militar y colonial de los colonizadores Israelíes con la suma de 38.000 millones de dólares durante la última década, y actualmente está gestionando otros 14.000 millones de dólares para entregar armas de destrucción masiva al Estado Israelí mientras lleva a cabo un genocidio contra el pueblo Palestino. En los últimos 38 días, el Estado Israelí, respaldado por Estados Unidos, ha asesinado a unos 14.000 Palestinos y herido al menos a 28.000, entre ellos unos 5.000 niños, y ha desplazado de sus hogares a 1,5 millones de personas. Han bombardeado casas, edificios de apartamentos, hospitales, mezquitas, iglesias, campos de refugiados y arrasado barrios enteros. Los colonizadores sionistas de Cisjordania han asesinado al menos a 190 Palestinos en el marco de una brutal apropiación de tierras llevada a cabo con el respaldo de las tropas Israelíes. Los políticos Estadounidenses, desde los republicanos de extrema derecha de Trump hasta los demócratas moderados, liberales e incluso autodenominados “socialistas”, desde Joe Biden, el senador Bernie Sanders, la senadora Tammy Baldwin y la congresista Alexandria Ocasio Cortez, han firmado en apoyo de Israel en medio de su actual ataque genocida contra los Palestinos. El mantenimiento y la expansión de los intereses del capitalismo Estadounidense en Medio Oriente -ya sea para acceder y controlar las vastas reservas de petróleo o para debilitar y derrotar a los gobiernos árabes de oposición y a los movimientos del pueblo- depende de armar y permitir el proyecto imperialista colonizador israelí hiper militarizado.

Por eso es imperativo que seamos fuertes y claros en nuestra oposición a lo que la clase dominante Estadounidense está haciendo en Palestina. El poder colectivo de las protestas, los disturbios, las huelgas y los continuos e implacables actos de disidencia popular es la única fuerza que podemos ejercer para detener a quienes detentan el poder. El hecho de que el mundo entero esté mirando significa que los marxistas anticoloniales internacionales tienen la oportunidad de exponer cómo los capitalistas y sus políticos sumisos han estado orquestando este desastre durante las últimas siete décadas, no para defender al pueblo judío, sino para defender los beneficios del petróleo y mantener el estatus dominante de Estados Unidos sobre sus rivales y oponentes.

Como trabajadores, socialistas, revolucionarios, internacionalistas y humanitarios debemos tomar medidas para interrumpir este genocidio que Israel está cometiendo contra el pueblo Palestino y que está totalmente permitido y fomentado por el gobierno Estadounidense. También es fundamental que comprendamos que los políticos capitalistas de los partidos Republicano y Demócrata -incluso los demócratas que se llaman a sí mismos “progresistas” o “socialistas”- nunca se opondrán al imperio Estadounidense ni a las prerrogativas de la clase capitalista. Nunca serán nuestros aliados en la lucha por la liberación Palestina, ya que son los autores de este atroz crimen que se desarrolla ante nuestros ojos. Mientras millones de personas se levantan y protestan en todo el mundo, ellos son los que sostienen y administran la dictadura del capital que actualmente orquesta la matanza Israelí de Palestinos. 

Traducido por Josué Ammerman. 

Kim Gasper-Rabuck fue profesora de secundaria y madre de tiempo completo. Ha sido una activista y organizadora que ha trabajado para parar guerras, defender el aborto, luchar contra la brutalidad policial, apoyar huelgas y luchar por ideas y organización socialistas durante los últimos 35 años. 

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